lunes, 3 de diciembre de 2012

A.C.

Jamás podré regresar
de aquel extenso viaje que hicimos en la sombra,
aquel viaje que suponía ir entrando a tu lado
en lo más profundo del bosque,
en lo más húmedo y estrellado del bosque,
allí donde la ternura de tu cuerpo
era el límite de lo sublime
y hasta los cementerios campesinos,
sembrados de luciérnagas,
proclamaban la magia y la santidad de conocerte.

Nunca olvidaré aquel tiempo
porque, desde entonces, caballos de música
cabalgan desbocados por mi sangre,
caballos de tu música nocturna
que furiosos pisotean, y pisotean,
cada instante que no vivo a tu lado.