No quería estar allí, y su ducha la aislaba del exterior. Se tumbó, y puso el tapón. No supo cuánto tiempo había pasado cuando decidió levantarte. El agua ya pasaba la mitad de la bañera.
Amor; los botones de su camisa solo podían abrocharse de una manera, y uno de los ellos se había caído. Por muchos otros botones que intentara coser, no iba a ser el primero.
Al día siguiente, decidió hacer de apoyo. Por intentar ser un pilar, un apoyo, su edificio se vino abajo. Recuerdos. Dolor. Dolor. Un dolor intenso, desde dentro, impregnado en su pelo, en su pecho, en los ojos, las mejillas, las manos. Horrible.
Porque al fin y al cabo, era humana, y podía sentir dolor.
No iba a exponerse a depender de nadie más que de sí misma.
El amor perfecto nunca había existido.
Solo te enamoras una vez.
Y su vez, ya había pasado.