domingo, 16 de febrero de 2014

Encadenada.

Se metió a ducharse y a pensar. No tenía ganas de salir, se estaba a gusto dejando que los chorros de agua la acariciaran. No hubiera cambiado nada, él seguía muerto y ella viva. Decidió dejarse caer, sentarse acurrucada sintiendo que la alcachofa dejaba caer sobre ella una cálida lluvia; pensando que en su mejilla y en las vertientes era en los únicos sitios en los que se mezclaban gotas dulces y saladas.
No quería estar allí, y su ducha la aislaba del exterior. Se tumbó, y puso el tapón. No supo cuánto tiempo había pasado cuando decidió levantarte. El agua ya pasaba la mitad de la bañera. 
Amor; los botones de su camisa solo podían abrocharse de una manera, y uno de los ellos se había caído. Por muchos otros botones que intentara coser, no iba a ser el primero.
Al día siguiente, decidió hacer de apoyo. Por intentar ser un pilar, un apoyo, su edificio se vino abajo. Recuerdos. Dolor. Dolor. Un dolor intenso, desde dentro, impregnado en su pelo, en su pecho, en los ojos, las mejillas, las manos. Horrible. 
Porque al fin y al cabo, era humana, y podía sentir dolor. 
No iba a exponerse a depender de nadie más que de sí misma. 
El amor perfecto nunca había existido.
Solo te enamoras una vez.
Y su vez, ya había pasado.


sábado, 8 de febrero de 2014

Inservible.

Piezas pequeñas, rotas, desperdigadas por una habitación. 
Ves algunas piezas tan grandes que crees que será fácil reconstruirlo, pero cuando vas a encajar los trozos grandes te das cuenta de que faltan pequeños cristales en medio.
Andrea, está roto, literalmente, desde hace mucho.
Hay cosas que son irreparables.