Un alma renacida abandona su crisálida
abrumada, con prisas.
Se despoja de sus restos para
tocar con los pies el gélido mármol
propio del mes de enero.
Esboza una sonrisa mientras se apura
a alcanzar el cuaderno a medio acabar,
que ya nunca volverá
a estar a medias.
Se deja caer, como quien
se acomoda en una hamaca
tejida por arañas
para volver a reconocerse
en el espejo que la refleja.
Y ya no la mira una extraña.
Ahora no es sino junco que se mece.
Cierra los ojos,
y se deja ser.
Málaga, 22 de enero de 2019.