domingo, 16 de marzo de 2014

Lo poco que he podido salvar.

Hay poetas que escriben de tal modo que sus palabras se desdibujan entre el tic-tac de algún que otro chantaje.

No voy a intentar reescribir. De hecho, esa es la única frase de las que he podido salvar que creo que merece la pena. Es una pena, pero nos ha pasado a todos alguna que otra vez. Las palabras se pierden con gran facilidad y fugacidad, en promesas incumplidas, en cumplidos, en habladuría. En esas ocasiones, no valen nada. Como he dicho, 'sólo son palabras'.
Claro que, siempre evito que sean solo palabras. No, las mías no son solo palabras.  Hay quienes necesitan plasmar pensamientos que les arden en la punta de los dedos, de la lengua. Escribir para relajarse, para fluir, para soltar; dejar constancia. 
No son palabras, son pensamientos que no se pueden callar, al igual que el tic-tac de los relojes de mi cabecera, aunque de vez en cuando queden latentes esperando un cambio de pila. Seguramente ésto es lo peor que he escrito con diferencia, pero supongo que merece la pena. Sólo puedo decir que soy de las que cuando escriben se tiran de los pelos, se muerden el labio inferior, y se mordisquean la punta de los dedos de la mano izquierda, intentando explotarme el cerebro para plasmar lo que se me pasa por la mente tal cual lo veo, sin ambigüedades, aunque sin muchos detalles. Lo más importante no te lo enseñan en los colegios.  No sé cómo acabar esta entrada tan tísica. 

Las palabras y los pensamientos cambian el mundo.