jueves, 12 de diciembre de 2013

La suerte nunca se olvida.

Tarde o temprano uno se da cuenta de que nada va a cambiar. Las mismas cosas, las mismas calles, la misma gente, el mismo tráfico, el mismo ritmo, los mismos yonkis, la misma basura, los días que empiezan a la hora que terminan mis clases, la misma cantinela... y con la sensación intermitente de estar fuera de lugar. No puedo avanzar en un sitio que no avanza, un sitio donde la monotonía te aplasta y te duele, donde nunca pasa nada nuevo, ninguna sorpresa.
A la Andrea de hace unos años se le hubiera partido el corazón abandonándose a su suerte. Hoy late al mismo compás que últimamente, lento, al ritmo de estas calles, donde todo seguirá igual. De todas formas, si algo pasase, nadie se enteraría.
Podría inventarme la historia, y dejar un buen sabor de boca, pero en el fondo todos sabían que estoy mintiendo. En la vida real no es fácil comer perdices, de hecho, nada es fácil. Me duele recordar el final de una de las etapas más importantes de mi vida, pero bueno, esto ha sido solamente el principio
It's been a pleasure, mademoiselle.